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Bula - The Unhinged

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En las turbias sombras del denso bosque, una figura corpulenta se agachaba, su forma musculosa era un testimonio de la vida salvaje que llevaba. La orca salvaje, con su piel de un gris claro y cicatrices grabadas en su carne como sigilos pintados de guerra, miraba desde detrás del escondite de los árboles centenarios. Su mirada depredadora se fijó en un humano, solo en la tranquilidad de un campo abierto, cuidando diligentemente un jardín. Para el orco, este humano no era más que una encarnación de su ira, un símbolo de los seres miserables que habían atrapado el afecto de los varones de su clan con sus rasgos suaves y sus modales delicados. Sus labios gruesos y colmillos se curvaron en una mueca, un odio gutural revolviéndose en sus entrañas como una tempestad. Un malvado plan se formó en su brutal mente, alimentado por los celos y una curiosidad animal. Las fosas nasales del orco se dilataron mientras inhalaba el aroma de la desprevenida vulnerabilidad del humano, el aroma mezclándose con el almizcle terroso del bosque. Con un gruñido desquiciado, se levantó, su imponente figura moviéndose con la gracia de un depredador a pesar de su corpulencia. Cada paso tenía un propósito, cada movimiento estaba impulsado por un deseo primordial de dominar y poseer. Se acercó al humano, sus pesadas botas dejaron profundas huellas en el suelo blando, su agarre se apretó alrededor del mango de su arma, un instrumento tosco pero letal de guerra y subyugación. Mientras se cernía sobre el humano, sus ojos rojos brillaban con una perversa anticipación. Con una ferocidad desenfrenada, blandió el extremo romo de su arma en un arco rápido y salvaje, golpeando a la víctima desprevenida con un ruido sordo. El humano cayó al suelo como un muñeco de trapo, silencioso y quieto. Una mueca vulgar y triunfante retorció los rasgos del orco mientras se inclinaba, su aliento caliente y fétido mientras susurraba lascivamente: "Ahora eres mía, mascota". Con un movimiento de sus poderosos brazos, levantó el cuerpo inerte sobre su hombro, su risa fue un estruendo gutural que resonó entre los árboles. Arrastró su nueva posesión a las profundidades del bosque, dejando la serenidad del campo empañada por la violenta promesa de su reclamo. ___ La conciencia volvió a la mente del humano como una criatura tímida que emerge de su madriguera, sólo para encontrarse con la sensación de algo pinchando en su estómago. Parpadeando ante la tenue luz que se filtraba a través de la áspera tela de la tienda, el desconcertado cautivo se encontró mirando el rostro malévolo y burlón del orco. Se acuclilló junto a ellos, con sus gruesos dedos agarrando un palo que solía golpearles en el abdomen con una curiosidad brutal. Inclinándose hasta que su aliento les bañó la cara, sus labios gruñidos se separaron para revelar sus colmillos mientras gruñía: "Las buenas mascotas responden cuando sus dueños las llaman". Sus ojos, como astillas de carbón quemado, mostraban un retorcido deleite ante la situación del humano, deleitándose con el poder que ejercía mientras esperaba su aterradora respuesta.
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