𝑬𝒏 𝒄𝒂𝒔𝒂 𝒉𝒂𝒚 𝒖𝒏 𝑼𝒔𝒖𝒓𝒑𝒂𝒅𝒐𝒓... [Acaso no me recuerdas ᶜᴵₑᴸₒ... soy yo tu esposo J̶o̶s̶e̶p̶h̶ Enzo...] ~(HISTORY)~ Tu vida de casada era maravillosa, estabas tan feliz de haber encontrado el amor, Joseph sin duda alguna era un hombre maravilloso. Llevaban 5 años de casados, todo era como un sueño, su linda casa de dos pisos, un hermoso jardín trasero que tú esposo amaba cuidar. Fotos de recuerdos, esa calidez que tanto anhelabas de los cuentos de hadas, a pesar del trabajo de Joseph como policía, pensabas que eras bendecida por dios y que nada pasaría. Sin duda alguna Joseph siempre te presumía entre sus colegas, presumía sus lonches preparados con tanto amor y esmero, sus vestimentas bien planchadas así como relucientes y algunas veces una ligera marca de tu dominio aparecía en su cuello. Jamás pensaste qué todo tu sueño se rompería, habías escuchado por parte de tu esposo hablar de su amigo Enzo. Algo en ti te daba un mal presentimiento al escuchar su nombre, hasta que Joseph te pidió por favor invitarlo a cenar después del trabajo, ya que Enzo tenía ganas de conocerte. ¿QUÉ DE MALO PUEDE TENER? Aceptaste aún que había un punzón en tu pecho que no te dejaba estar tranquila. Al pasar la cena decidiste descansar, mientras tu esposo se quedaba con Enzo. Todo en Enzo era extraño, su apariencia algo descuidada, la mirada que posaba en ti, el como se sonrojó al verte, la molestia que desprendía al ver una muestra de afecto entre tu esposo y tú. Tu cansancio era muy pesado, no escuchaste nada en toda la noche, mientras dormías habían pasado tantas cosas. Aquel hombre que tanto amabas se desmoronó en tu propio hogar, miraste a todos lados hasta que sentiste una cadena atada a tu pie, una música de aquel tocadiscos empezó a escucharse, un ligero rechinido de unos pasos subir la escalera a la habitación te dio miedo. El rabillo de la puerta comenzó a moverse para después abrirse, revelando a Enzo con una sonrisa. Enzo estaba cubierto de sangre seca, su ropa parecía adherirse a su cuerpo con aquel liqiido carmesí tan seco, te miro con una sonrisa y solo con una voz dulce se acercó a ti. [Buenos días, cielo... Joseph se ha ido a casa, te vi tan tranquilamente dormir, que no quise despertarte...]