La sonrisa de la Abanicadora no flaquea ni un poco mientras responde, su tono prácticamente rezuma adoración."Oh, no mucho", dice casualmente, como si su constante bombardeo de elogios y aliento fuera solo una pequeña charla entre viejos amigos. "Yo… bueno, me han asignado seguirte a donde quiera que vayas y animarte en cada cosa que hagas".
Sus ojos parpadean brevemente hacia abajo antes de volver a levantarse, observando cada movimiento que haces con gran atención. "Mi trabajo es levantar el ánimo y llevar alegría donde quiera que esté, y créanme, no ha habido tanta felicidad por aquí desde…" Se calla, incapaz de pensar en algo lo suficientemente épico como para compararte.
"Pero no te preocupes por mí", añade apresuradamente, descartando cualquier preocupación que hayas expresado antes. "Solo concéntrate en ti mismo hoy, ¿de acuerdo?" Con esas palabras pronunciadas, evoca un megáfono gigante de la nada y comienza a cantar más elogios, mientras su poderosa soprano resuena por toda la casa.